[Texto adaptado por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica tomado de Lobera, Antonio “El Porqué de todas las ceremonias de la Iglesia” Ignacio Porterr, Impresor y Librero 1769 / http://ec.aciprensa.com/wiki/Simbolismo_del_Templo_cristiano.]
La música, dice el Eclesiático, aprovecha para la salud corporal; es remedio para la melancolía, siendo de grande excelencia al espíritu. Así Eliseo, como dice el libro de los Reyes, para profetizar mandó que le cantasen. La música también, incita a alabar a Dios, y a placar la ira divina, como lo señaló San Agustín. Por eso los gentiles la usaban en los sacrificios y exequias. David nos incita a alabar a Dios con ella, tal como hoy lo hace nuestra Santa Madre la Iglesia.
Respecto del origen la música las Sagradas Escrituras dicen que Tubal, quinto nieto de Caín fue Padre de los que tocaron la cítara y órgano. A partir de esta frase se supone que ya antes había Música o instrumentos músicos. En el Antiguo Testamento nos consta que desde el Rey David; en el libro de los Reyes, nos dice el Salmo 150 que alabemos al Señor con trompetas bien sonoras, con el salterio y la cítara, con el harpa y el órgano, y con todos los restantes instrumentos músicos. El rey Salomón (Lib 4 cap 34) mandó que al son de los instrumentos se cantaran al Señor Himnos y Cánticos en todos los sacrificios. En la dedicación del Templo, los levitas cantaban himnos y versos, que compuso David, con instrumentos, según se lee en las Crónicas (Lib 2 Cap 7).
El primero que se sabe escribió sobre Música fue Lasus Hermineo, que vivió reinando Darío. El segundo fue Timoteo Milesio quien durante el reinado de Alejandro compuso varios libros de Música. En nuestra Madre la Iglesia han gobernado la Silla Apostólica los Santos Pontífices Vitaliano, León II, León IX, León Ostiense, Víctor III, todos doctísimos en Música, y pusieron en orden mucho de su canto armonía. El Papa san Gregorio Magno en el año 600 del Nacimiento del Redentor hizo un Canto Llano para las Iglesias, que se gobernaba por las seis primeras letras del A.B.C. En el año 682 el papa san León II lo reformó. Gregorio I ordenó y mandó se cantase en la Iglesia. Este Sumo Pontífice fundó un Colegio para Cantores y Músicos, a fin de que se instruyeran bien antes de cantar en la Iglesia, les señaló lugar determinado al que llaman Odeón. Este nombre se abolió y se reemplazó por el de Orchesta. Antiguamente era este el lugar que estaba destinado en la Iglesia, para los Primados del Pueblo. Pero fue León II, doctísimo en divinas y humanas letras, erudítisimo en Música quien compuso himnos y cánticos en metro muy grave y serio, como se debe cantar en las Iglesias. Mandó que no se permitieran juguetes, ni cosas humanas por ser cosa muy indigna a lugares sagrados.
En cuanto a los instrumentos musicales, las Sagradas Escrituras dicen que Tubal fue padre de los que cantaron en la cítara y órgano; se hizo tradición que fue inventor de los instrumentos, incluso del júbilo. Llamábase júbilo entre los hebreos a un instrumento en aquella gran festividad que se trata en el Levítico. Aquel instrumento era una corneta de hueso de carnero, que representaba al que tomó el lugar de Isaac en el sacrificio, figura del Cordero divino. De hueso de carnero eran también los que se tocaban en la Fiesta de las trompetas. Más adelante se hicieron varios instrumentos de palos, huesos y metales; pero siempre les quedó el nombre de la primera materia.
Se tiene por inventor del órgano a Tubal, conforme al texto, es nombre genérico de todos los instrumentos musicales; alcanzó este nombre por excelencia sobre todos los que se tocan con el viento, porque aunque Platón quiere que la flauta sea más excelente, la Escritura Sagrada lo distingue, y en particular de la cítara. Bajo el nombre “órgano” se entiende mucha pluralidad de órganos, desde entonces hasta el día de hoy. El santo pontífice Vitaliano determinó que se cantara el canto de órgano en la Iglesia. Vitaliano compuso el canto a la consonancia del órgano y demás instrumentos dando lugar a que descansaran los músicos y que se hiciera mediación del canto, para que con más ánimo elevaran sus voces al Altísimo. Este papa lo introdujo en las iglesias, aunque después fueron tan pocos, que el Emperador Constantino V envió de Constantinopla, como cosa exquisita, un órgano a Pipino, Rey de Francia. Los órganos que hoy se usan en las iglesias, llamados órganos griegos fueron inventados en Francia por un Maestro llamado Gregorio. Reinaba en ese tiempo San Luis, y por su mandato y gasto se fabricaron. Baronio, en 787 (lib. 4. cap. 113 de les fran.) dice que Carlo Magno llevó de Francia Cantores a Roma, para que enseñaran a cantar y tocar el órgano con toda perfección, lo que no es extraño porque había pasado cien años desde la muerte del Papa Vitaliano.
Terminemos hablando de las campanas. Su uso es tan provechoso y tan útil en la Iglesia, que su sonido excita los ánimos de los fieles a devoción, alegra los corazones para pedir a Dios auxilios, y gracia para la defensa de sus enemigos. Son las campanas recreo de los fieles, júbilo de los espíritus y la alegría de los pueblos. Hay un antecedente de las campanas en el Antiguo Testamento en aquellas que usó el Rey David con todo su pueblo cuando llevaron el Arca de la Alianza la ciudad de David. Igualmente las que tocaron Judas Macabeo y sus hermanos con todo el pueblo, al renovar y dedicar el nuevo altar del templo, luego de haber sido contaminado por los infieles. También son antecedentes las campanas que por mandato de Dios hizo poner Moisés pendientes en la túnica superhumeral del Sumo Sacerdote Aarón, para que supiese el pueblo cuándo entraba y salía del Santuario, en el cumplimiento de su Ministerio. Igualmente lo son aquellas trompetas de plata que se usaban para llamar al pueblo, a fin de que concurrieran a los reales y aquellas que Dios mandó hacer como consta en el libro de los Números (Num 10).
En tiempos de la Iglesia, su uso comenzó en la región de campania, por lo que tomaron su nombre las pequeñas. Fue su inventor San Paulino, Obispo de Nola, de suerte que los vasos grandes se llamaban campanas y los pequeños se llamaban “nolas”, por haber sido la primera ciudad donde de fundieron y usaron. Las chiquitas se llamaron antiguamente tintinábulos, tomando su denominación del sonillo, siendo lo mismo que campanulum, metalillio de campanas. Ahora bien, no se sabe con certeza cuándo empezó su uso generalizado. Al menos es seguro que en tiempos de San Atanasio Mártir de Persia no se usaban en las iglesias, no porque no existiesen sino por las persecuciones que padecían los cristianos. Cuando finalizaron las persecuciones, el Papa Sabiniano, que gobernó la Iglesia entre 604 y 606, mandó que en todas las Iglesias se pusieran campanas y que se tocaran los Oficios divinos, Misas solemnes y para todas las Festividades, las que poco antes había inventado San Paulino de Nola, porque antiguamente se llamaba al pueblo haciendo ruido con unos leños que se llamaban “ligna sacra”, y los llevaban delante de las procesiones, para venerar a María Santísima. En los coros de las Iglesias Metropolitanas, y Colegiatas, en las Parroquias donde había Capítulos o Cabildos tenían a la entrada o puerta del coro dos campanillas, las que tocaban los maceros, o el beneficiado en las parroquias, para que el pueblo conociera la distinción de horas y contemplara los misterios que cada hora contiene. Por lo dicho se infiere que aproximadamente a partir del año 580 empezó el uso regular de las campanas según determinación y decreto de este Papa.
La Iglesia usa campanas para convocar a los fieles a escuchar la palabra divina, a orar y alabar a Dios, y cumplir con las obligaciones de cristiano; también para amedrentar y expeler con su sonido a los demonios lo mismo que las tempestades aéreas, los malos nublados etc., como dice el Concilio de Colonia (cap. 14). Si algunos herejes e incrédulos se ríen de lo dicho, oigan los que dice Dios al oír los clamores de las trompetas: “Cuando, ya en vuestra tierra, partáis para el combate contra un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a clamoreo; así se acordará Yahvé, vuestro Dios, de vosotros, y seréis librados de vuestros enemigos” (Num 10, 9). Las campanas se tocan de diverso modo para distinguir las festividades y diversos oficios, tal como se ve en el Antiguo Testamento. Dios mandó a Moisés que tocase trompetas de manera diferente, conforme a la distinción de fines para los que se tañía. Para juntar los capitanes o cabeza del pueblo se tocaba una sola vez seriamente. Para los de la plaga oriental se tocaba largamente. Para los del medio día, se tocaba una segunda vez. Para juntar todo el pueblo, se tocaba una hora larga.
Para las mayores festividades se tocan todas las campanas para representar la alegría de la Iglesia Militante a emulación sagrada de la Triunfante, por eso los antiguos Padres llamaron a las campanas Sagrados Signos porque llamaban a todas las clases de gentes a congregarse en el Templo a alabar a Dios. Las campanas simbolizan a los prelados, Predicadores y Confesores, porque así como el sonido llama a los fieles a la unión con la Iglesia, así los Prelados, Confesores y Predicadores con su ejemplo, doctrina y persuasión han de atraer a todos los fieles al amor de Dios, conocimiento perfecto de su religión y penitente vida. La dureza del metal de la campana simboliza la fortaleza y constancia que ha de tener el predicador y el prelado para reprender los vicios, sin que haya en esto excepción de personas. El que cumple con las obligaciones de su ministerio recibe de Dios mismo tanta fortaleza que se hace muro inexpugnable, para vencer y convencer a todos sus enemigos. El yugo de la campana se hace en forma de cruz porque simboliza la Cruz de Cristo Nuestro Señor, y el estar asida al madero representa la caridad, que han de tener los Predicadores y Prelados unidos al Madero de la cruz y a la pasión del Divino Maestro. La soga o cordel con se tañe la campana significa la humildad que deben tener los Prelados corrigiéndose a sí mismos desterrando los vicios, edificando con amor y dulzura para que su a su ejemplo se corrijan los pecados de sus súbditos.
Se tocan campanas a Maitines, Laudes y media noche para que el cristiano considere y contemple aquel sudor de sangre y crudelísima prisión de su Redentor, y el sacerdote en la Iglesia alabe su inmensa bondad, paciencia y mansedumbre, de quien entró a padecer solo por amor, para rescatar al linaje humano de la esclavitud del demonio. Las campanas se tocan en la horas de la mañanas para que contemplemos los falsos testigos, el traslado de Cristo a las casas de Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, la gritería de los judíos, los azotes, clavos, espinas y cruz y lo tanto que padeció hasta la hora de expirar que fue la de nona, lo mismo que la lanzada que le infligió el soldado romano. Los sacerdotes cantan infinitas alabanzas a tantos infinitos beneficios y se busca que los fieles concurran a hacer un cuerpo místico de júbilos y cánticos en la Iglesia militante, como hacen los Serafines en la Gloria.
Se toca a Misa mayor o conventual para que los fieles concurran a ver el mayor Sacramento de amor y contemplar el mayor exceso de su cariño, que fue irse y quedarse con nosotros, no contento con lo que había padecido por el hombre. Al alzar la hostia se toca a campana mayor porque así lo decretó Gregorio IX el año 1240, y el Cardenal Borromeo dijo en el Sínodo de Milán que los fieles que no están en la Iglesia oren con profunda reverencia, y pidan al Señor, cuando es adorado en tan alto y soberano sacrificio. Una campana toca a sermón porque es solo uno el Evangelio que en toda la Iglesia se predica, una la Doctrina, una la Iglesia, una la ley de Cristo, y una la Palabra divina. Se tocan pos costumbre y tradición antiquísima tres campanadas, símbolo de las tres divinas personas, porque solo un Dios adoramos, tres personas distintas confesamos, a Cristo crucificado predicamos y por esta Fe moriremos.
En la tarde se tocan campanas a Vísperas y Completas para representar que en esta hora bajaron al Señor de cruz hecho una fuente de sangre, como dice Isaías, y envuelto en la Sábana Santa, le colocaron en el Sepulcro. Se busca que los cristianos contemplen tanta pena en su Divino Maestro, y los Sacerdotes pidan al Eterno Padre por la Santísima Pasión de su Eterno Hijo el descanso de nuestras almas, y que venga sobre nosotros su bendición santísima.
La llamada que se toca por la mañana, que comúnmente llamamos las “Ave Marías”, se hace para que renovemos en nuestros corazones la memoria de la Resurrección de Cristo, que en el mismo instante se le apareció a su Santísima Madre. Se toca a medio día en memoria en memoria de la Pasión de Cristo, a la que asistió su Santísima Madre, traspasado su corazón amantísimo. Se toca al anochecer en memoria de la Encarnación del Verbo Divino en las entrañas purísimas de María Santísima.
Se tocan las campanas a los difuntos porque simboliza el sonido, aquel clarín angélico con el que se ha de llamar a los muertos a juicio, y con el sonido de la campana es llamado el cuerpo al sepulcro, de donde ha de resucitar en su propia carne, como dice el pacientísimo Job. Se tocan con sonido lúgubre y melancólico, y el clero canta triste y melancólicamente, para que todo mueva a compasión. Se pide a nuestro Señor tenga misericordia, y le de la luz eterna de la Gloria, como lo prometió a Abrahán y a sus descendientes. El Papa San Marcelo mandó tocar las campanas para el entierro del Papa San Marcelino el año 304, y desde ese tiempo se tocan las campanas a los difuntos. En 1062 aconteció lo siguiente. En Flandes se padecía, dicho año, un hambre intolerable, y habiendo encontrado un hombre muerto, y no sabiendo quién era, dudaba el sacerdote el darle sepultura eclesiástica. De pronto las campanas sonaron milagrosamente, y dieron sepultura eclesiástica a aquel hombre.
No se tocan campanas los días de Semana Santa porque siendo las campanas símbolo de los Prelados, Pastores y Predicadores que en la Santísima Pasión cesaron y enmudecieron en aquellos tres días en que Nuestro Señor estuvo en el sepulcro hasta que resucitó de entre los muertos.
Finalmente, se bendicen las campanas y se las unge y se les pone nombre porque como consta en el Génesis (28), Jacob, acordándose de la escala que tocaba el Cielo, tomó la piedra que tenía debajo de su cabeza, “et erexit in titulum fundendo oleum desuper”. Llamó a aquella Ciudad Bethel, que antes se llamaba Luza. No se bautizan las campanas como vulgarmente se dice, sino que se dedican al culto divino para desterrar los malignos espíritus, por lo que a los Santos Padres les pareció conveniente lavarlas, bendecirlas y ungirlas, vestidos los que las bendicen con ornamentos eclesiásticos, pronunciando las oraciones, preces y rúbricas del Ritual Romano. No se puede tener campanas en los oratorios privados porque así lo enseña el Derecho. Ni a los religiosos Mendicantes les es permitido el tener más que una campana, para llamar a todas horas al culto y observancia de su religión, aunque esta costumbre fue derogada por la costumbre general.
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